Blogia
sinequipaje

Leyendas Mayas

Chichen Itzá Siempre he sentido una cierta fascinación por las civilizaciones antiguas. De un modo u otro, todas han aportado algo al mundo que hoy conocemos, ya sea en el terreno del arte o de la agricultura. Y, a pesar de ello, a pesar de todo lo que hemos descubierto sobre ellas, en el fondo siguen siendo un complejo misterio para nosotros.

Aztecas, incas, olmecas... Los diferentes pueblos indígenas de la América Precolombina no son una excepción. La riqueza histórica y cultural de todos ellos es innegable.

Entre los pueblos índigenas precolombinos, no nos podemos olvidar de los mayas. Esta civilización surgió hace aproximadamente unos 3000 años en la tierra que hoy conocemos como América Central. Vivían en casas hechas de yeso o adobe, con techos de paja, y su principal forma de subsistencia era la agricultura.

Los mayas construyeron grandes ciudades y templos espectaculares, sin el uso de instrumentos de metal. Cada área urbana era planeada cuidadosamente: los templos y palacios se ubicaban en el centro, y también se construía un recinto para el juego de pelota en las cercanías. Hoy en día, aún podemos visitar algunas de las construcciones monumentales que levantaron los mayas, entre las que destacan Chichén Itzá, Tulum, Uxmal o Cobá.

Pero esta civilización no destacó únicamente en la arquitectura. Los mayas también eran grandes artistas, sobre todo en lo referido a los trabajos en piedra, la pintura mural, la cerámica y la talla de piedras preciosas. Además, fueron verdaderos genios en el terreno de la ciencia. Tenían grandes nociones matemáticas, y desarrollaron la creencia de que el tiempo era cíclico, por lo que establecieron dos calendarios.

En uno de esos calendarios, los días estaban ordenados en torno a sus rituales y tradiciones religiosas. Y es que la mitología maya era muy compleja. Gracias a sus obras artísticas y a sus textos, tenemos constancia de que adoraban a un sinfín de deidades.

Escriba Maya Desde sus orígenes, los mayas han elaborado cuentos, leyendas y fábulas referidos a personajes míticos, a la noción del ser humano y a las leyes de la naturaleza. Estos relatos están basados en la experiencia (tanto individual como colectiva) del pueblo maya, y nos ayudan a entender sus tradiciones y su forma de vida. La mayoría son relatos anónimos, y se han transmitido de manera oral de generación en generación.

A continuación, os ofrezco una interesante lectura: la leyenda de "EL COCAY" ("La luciérnaga"). El autor de esta fábula es anónimo, y tampoco se conoce la época a la que corresponde. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que esta leyenda procede de la región del Yucatán.

-------------------------------------------------------------------------

EL COCAY


El Cocay "Quizá alguna noche en el campo hayas visto una chispa de luz que brilla y se mueve de un lado a otro; esa luz la produce el cocay, que es el nombre que le dan los mayas a la luciérnaga. Ellos saben cómo fue que este insecto creó su luz, esta es la historia que cuentan:

Había una vez un Señor muy querido por todos los habitantes de El Mayab, porque era el único que podía curar todas las enfermedades. Cuando los enfermos iban a rogarle que los aliviara, él sacaba una piedra verde de su bolsillo; después, la tomaba entre sus manos y susurraba algunas palabras. Eso era suficiente para sanar cualquier mal.

Pero una mañana, el Señor salió a pasear a la selva; allí quiso acostarse un rato y se entretuvo horas completas al escuchar el canto de los pájaros. De pronto, unas nubes negras se apoderaron del cielo y empezó a caer un gran aguacero. El Señor se levantó y corrió a refugiarse de la lluvia, pero por la prisa, no se dio cuenta que su piedra verde se le salió del bolsillo. Al llegar a su casa lo esperaba una mujer para pedirle que sanara a su hijo, entonces el Señor buscó su piedra y vio que no estaba. Muy preocupado, quiso salir a buscarla, pero creyó que se tardaría demasiado en hallarla, así que mandó reunir a varios animales.

Pronto llegaron el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Muy serio, el Señor les dijo:
—Necesito su ayuda; perdí mi piedra verde en la selva y sin ella no puedo curar. Ustedes conocen mejor que nadie los caminos, las cavernas y los rincones de la selva; busquen ahí mi piedra, quien la encuentre, será bien premiado.

Al oír esas últimas palabras, los animales corrieron en busca de la piedra verde. Mientras, el cocay, que era un insecto muy empeñado, volaba despacio y se preguntaba una y otra vez:
—¿Dónde estará la piedra? Tengo que encontrarla, sólo así el Señor podrá curar de nuevo.

Y aunque el cocay fue desde el inicio quien más se ocupó de la búsqueda, el venado encontró primero la piedra. Al verla tan bonita, no quiso compartirla con nadie y se la tragó.
—Aquí nadie la descubrirá —se dijo—. A partir de hoy, yo haré las curaciones y los enfermos tendrán que pagarme por ellas.

Pero en cuanto pensó esas palabras, el venado se sintió enfermo; le dio un dolor de panza tan fuerte que tuvo que
devolver la piedra; luego huyó asustado. Entre tanto, el cocay daba vueltas por toda la selva. Se metía en los huecos más pequeños, revisaba todos los rincones y las hojas de las plantas. No hablaba con nadie, sólo pensaba en qué lugar estaría la piedra verde.

Para ese entonces, los animales que iniciaron la búsqueda ya se habían cansado. El zopilote volaba demasiado alto y no alcanzaba a ver el suelo, la liebre corría muy aprisa sin ver a su alrededor y el venado no quería saber nada de la piedra; así, hubo un momento en que el único en buscar fue el cocay.

Un día, después de horas enteras de meditar sobre el paradero de la piedra, el cocay sintió un chispazo de luz en su cabeza:
—¡Ya sé dónde está! —gritó feliz, pues había visto en su mente el lugar en que estaba la piedra.

Voló de inmediato hacia allí y aunque al principio no se dio cuenta, luego sintió cómo una luz salía de su cuerpo e iluminaba su camino. Muy pronto halló la piedra y más pronto se la llevó a su dueño.
—Señor, busqué en todos los rincones de la selva y por fin hoy di con tu piedra —le dijo el cocay muy contento, al tiempo que su cuerpo se encendía.

—Gracias, cocay —le contestó el Señor— veo que tú mismo has logrado una recompensa. Esa luz que sale de ti representa la nobleza de tus sentimientos y lo brillante de tu inteligencia. Desde hoy te acompañará siempre para guiar tu vida.

El cocay se despidió muy contento y fue a platicarle a los animales lo que había pasado. Todos lo felicitaron por su nuevo don, menos la liebre, que sintió envidia de la luz del cocay y quiso robársela.
—Esa chispa me quedaría mejor a mí; ¿qué tal se me vería en un collar? —pensó la liebre.

Así, para lograr su deseo, esperó a que el cocay se despidiera y comenzó a seguirlo por el monte.
—¡Cocay! Ven, enséñame tu luz —le gritó al insecto cuando estuvo seguro de que nadie los veía.

—Claro que sí —dijo el cocay y detuvo su vuelo. Entonces, la liebre aprovechó y ¡zas! le saltó encima. El cocay quedó aplastado bajo su panza y ya casi no podía respirar cuando la liebre empezó a saltar de un lado a otro, porque creía que el cocay se le había escapado.

El cocay empezó a volar despacio para esconderse de la liebre. Ahora, fue él quien la persiguió un rato y en cuanto la vio distraída, quiso desquitarse. Entonces, voló arriba de ella y se puso encima de su frente, al mismo tiempo que se iluminaba. La liebre se llevó un susto terrible, pues creyó que le había caído un rayo en la cabeza y aunque brincaba, no podía apagar el fuego, pues el cocay seguía volando sobre ella.

En eso, llegó hasta un cenote y en su desesperación, creyó que lo mejor era echarse al agua, sólo así evitaría que se le quemara la cabeza. Pero en cuanto saltó, el cocay voló lejos y desde lo alto se rió mucho de la liebre, que trataba de salir del cenote toda empapada.

Desde entonces, hasta los animales más grandes respetan al cocay, no vaya a ser que un día los engañe con su luz".


-------------------------------------------------------------------------

Tulum XelHa Hoy en día, la población maya ronda los 7 millones de personas. Los descendientes de quienes construyeron las pirámides aún habitan los estados mexicanos de Chiapas, Campeche, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán, así como los países Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador.

En todas estas regiones, los mayas viven en pequeñas aldeas que parecen ajenas al paso del tiempo, hablan su antigua lengua, cosechan la tierra tal y como lo hacían sus ancestros y rinden culto a muchas de sus más antiguas tradiciones.

Del mismo modo en que sus construcciones monumentales han aguantado el paso del tiempo, su riqueza cultural y sus leyendas también han permanecido vivas durante miles de años.

6 comentarios

andrea -

me gustan los mayas

yo tu -

es un asco no me asluda con mi tare

edma -

las leyendas mayas son tontas prque no son ciertas. oyeron todos ustedes tontos y tontas

Karen -

KE CHIDA LEYENDHA NHO BNO PZ AHI ZE VEN OK

julieta -

hola, si alguien sabe algunam leyenda corta de los mayas porfavos que me responda

Anónimo -

bye